APARICIÓN DE LA SANTA VIRGEN SOBRE LA MONTAÑA DE “LA
SALETTE” (FRANCIA), SÁBADO 19 SEPTIEMBRE 1846.
Texto íntegro publicado por la vidente Mélanie CALVAT
el 21 de noviembre de 1878.
El 18 de Septiembre, vigilia de la aparición de la
Santa Virgen, estaba sola como siempre cuidando las 4 vacas de mis señores.
Sobre las 11 de la mañana vi venir hacia mi un muchachito. Viendo esto tuve
mucho miedo; según yo todos debían saber que yo huía de todo género de
compañía.
El muchachito se me acercó y me dijo: “Niña
vengo también yo contigo, soy de Corps”.
Ante estas palabras, mi carácter arisco se hizo sentir
y dando algún paso hacia atrás le dije: “No quiero a nadie, quiero estar sola”
y me alejé.
Pero el muchachito me siguió diciéndome: “Venga,
déjame que me quede contigo, mi patrón me ha dicho que venga a cuidar las vacas
contigo; soy de Corps”.
Me alejé de él haciéndole una señal de que no quería a
nadie conmigo y luego me senté en la hierba. Allí me puse a hablar con las
flores del Buen Dios.
Un instante después miré tras de mí y vi a Massimino
sentado cerca de mí. Se apresuró a decirme: “Déjame contigo, seré bueno”.
Pero mi carácter arisco no quiso escuchar razones, me
levanté precipitadamente y escapé un poco más lejos sin decirle nada y me volví
a poner a jugar con las flores. Un instante después Massimino estaba todavía
allá para decirme que sería bueno, que solo se aburría, que su patrón lo mandaba
a mí, etc, etc,...
Entonces tuve piedad de él, le hice un signo de que se
sentase mientras yo seguía jugando con las flores de Buen Dios.
Massimino no tardó mucho en romper el silencio. Se puso
a reír (creo que me estaba bromeando), lo miré y él me dijo: “Juguemos,
hagamos algún juego”. No le contesté porque yo era tan ignorante que no
sabía nada de juegos con otra persona porque siempre había estado sola. Jugaba
solo con las flores y Massimino acercándose se reía diciendo que las flores no
tenían orejas para escuchar y que debíamos jugar juntos. Pero yo no tenía
ninguna inclinación hacia el juego que él decía de hacer; por lo tanto me puse
a hablarle y él me contó que los 10 días que debía de estar con su patrón
estaban a punto de terminarse y que luego regresaría a Corps con su padre, etc.
Mientra hablaba la campana de La Salette tocó El
Ángelus. Le hice una señal a Massimino de que elevase su alma hacia Dios. Se
quitó el gorro y quedó algún minuto en silencio, luego me dijo “¿Quieres
comer?”, y le contesté que sí.
Nos sentamos en la hierba, tomé de mi zurrón las
provisiones que mis amos me habían preparado y antes de partir mi panecito
redondo le hice encima el signo de la cruz con la punta del cuchillo y en el
centro le hice un agujerito diciendo “si el demonio está ahí que se vaya, si
Dios está ahí que se quede”, y rápidamente cerré el agujerito.
Massimo comenzó a reír a carcajadas y le dio con el pie
al pan que se me escapó de las manos, rodó por el monte y se perdió.
Tenía otro trozo de pan y nos lo comimos juntos,
después jugamos y me di cuenta de que Massimino quizás podía aun tener hambre,
le indiqué un lugar sobre el monte que estaba cubierto de pequeños frutos. Le
incité a caminar allí y comer y él se marcho regresando con el gorro lleno de
frutos también para mí.
A la tarde bajamos juntos de la montaña prometiéndonos
de volver junto arriba al día siguiente, para cuidar las vacas.
Al día siguiente, 19 de Septiembre, me encontré con
Massimo y juntos nos encaminamos hacia la montaña. Descubrí que Massimino era
una muchacho muy bueno, muy sencillo y que me hablaba gustoso de las cosas que
yo quería conocer; era también muy moldeable porque no se endurecía nunca en
sus ideas; era solamente un poco curioso, porque apenas me alejaba de él corría
hacia mi apenas veía que me detenía para ver lo que hacía y para escuchar
aquello que les decía a las flores y si no llegaba a tiempo de escuchar me
preguntaba qué es lo que les había dicho.
Me pidió también que le enseñara algún juego de éstos.
La mañana ya había pasado entonces yo le dije que
recogiéramos las flores para el “paraíso”. Nos pusimos los dos ha hacerlo y
rápidamente tuvimos una gran cantidad de flores multicolores. Oímos tocar el
Ángelus del pueblecito porque el cielo estaba bello y sin nubes. Después de
haber dicho al Buen Dios lo que debíamos, dije a Massimino que debíamos
conducir a las vacas sobre un altiplano cercano al barranco donde habíamos
también hallado piedras para fabricar “el paraíso”. Conducimos las vacas hacia
el lugar elegido, comimos y luego comenzamos a llevar las piedras y a construir
nuestra casa que consistía en una planta baja que debía de ser nuestra
habitación y de un plano superior que según nosotros debía ser el “paraíso”.
Este plano estaba adornado de flores multicolores, con
coronas suspendidas por los tallos de las flores. Este “paraíso” estaba
cubierto por una sola y larga piedra que habíamos cubierto de flores y
alrededor de la cual había suspendido las coronas de flores de cada color.
Terminado el “paraíso” lo miramos y luego como teníamos sueño nos echamos sobre
la hierba, dos pasos más allá y nos dormimos.
LA BELLA SEÑORA SE SENTÓ SOBRE NUESTRO “PARAÍSO” SIN
HUNDIRLO.
Al despertarme y no viendo a las vacas llamé a
Massimino y subí sobre el montecillo; desde allí y habiendo visto que la vacas
reposaban tranquilamente regresé, mientras Massimino subía, cuando de
improvisto vi una bonita luz más brillante que el Sol. Tuve apena el tiempo de
decir “¿Massimino ves eso? ¡Ah! ¡Dios mío!”, y dejé caer la garrota que tenían
en las manos. No sé lo que ocurría en mi tan agradable en ese momento, pero me
sentí atraída, sentía en mi un gran respeto lleno de amor y mi corazón habría
querido correr más tras de mí.
Miré muy intensamente una Luz que estaba inmóvil.
Apenas la Luz se abrió, vi en el interior una luz más
brillante y que estaba en movimiento. En esta Luz había una bellísima Señora,
sentada sobre mi “paraíso”; tenía li cabeza entre sus manos. La bella Señora de
levantó, cruzó ligeramente los brazos y mirándome nos dijo” “Venid aquí, hijos míos, no tengáis miedo,
estoy aquí para anunciaros una gran noticia”.
Estas dulces y suaves palabras me hicieron volar hacia
Ella; mi corazón hubiese querido unirse a Ella, para siempre.
Cuando llegué cerca de la Bella Señora, a Su derecha,
Ella comenzó a hablar mientras que lágrimas descendían de sus ojos:
“SI MI PUEBLO NO QUIERE
SOMETERSE, ESTARÉ OBLIGADA A DEJAR LIBRE EL BRAZO DE MI HIJO. ES TAN PENSANTE
QUE NO PUEDO MÁS SUJETARLO Y RETENERLO.
¡DESDE CUÁNTO TIEMPO SUFRO
POR VOSOTROS!
DEBO ORAR SIN DESCANSO SI
QUIERO QUE MI HIJO NO ME ABANDONE, Y A VOSOTROS NO OS IMPORTA.
PODRÍAIS ORAR, ACTUAR BIEN
PERO NO LO HACÉIS Y NUNCA PODÉIS RECOMPENSAR TODO CUANTO HE HECHO POR VOSOTROS.
OS HE DADO SEIS DÍAS PARA
TRABAJAR, ME HE RESERVADO EL SÉPTIMO Y VOSOTROS NO QUERÉIS CONCEDÉRMELO; ES
ESTO LO QUE PESA TANTO SOBRE EL BRAZO DE MI HIJO.
SI LA COSECHA SE ARRUINA ES
SOLO POR VUESTRA CULPA.
OS LE HE MOSTRADO EL AÑO
PASADO CON LAS PATATAS; VOSOTROS NO NOS HABÉIS HECHO CASO, AL CONTRARIO, CUANDO
ÉSTAS SE MALOGRABAN BLASFEMASTEIS EL NOMBRE DE MI HIJO. SEGUIRÁN ARRUINÁNDOSE Y EN NAVIDAD YA NO
HABRÁ MÁS”.
En este punto busqué de interpretar las palabras
“pommes de terre” (patatas) porque me parecía de comprender que significaba
“mele”.
La Bella Señora adivinó mi pensamiento y dijo:
“¿NO COMPRENDÉIS BIEN, HIJOS
MÍOS? OS LO DIRÉ DE OTRO MODO”.
LA COSECHA SE ARRUINA POR
VUESTRA CULPA. OS LO HE MOSTRADO EL AÑO PASADO CON LAS PATATAS, PERO VOSOTROS
NO NOS HABÉIS HECHO CASO; AL CONTRARIO, CUANDO LAS ENCONTRABAIS ARRUINADAS
BLASFEMABAIS EL NOMBRE DE MI HIJO. SEGUIRÁN PERDIÉNDOSE Y EN NAVIDAD YA NO
HABRÁ MÁS”.
SI TENÉIS SEMILLA NO DEBÉIS
SEMBRARLA.
TODO LO QUE SEMBRÉIS SERÁ
COMIDO POR LOS ANIMALES Y LO QUE CREZCA SE VOLVERÁ TODO POLVO CUANDO LO
BATIRÉIS. VENDRÁ UNA GRAN HAMBRE.
ANTES DE QUE LLEGUE EL HAMBRE
LOS NIÑOS MENORES DE SIETE AÑOS SERÁN AGARRADOS POR TEMBLORES Y MORIRÁN EN LAS
MANOS DE AQUELLOS QUE LOS SOSTENDRÁN; LOS DEMÁS HARÁN PENITENCIA CON EL HAMBRE.
LAS NUEVES SE VOLVERÁN
MALAS, LA UVA MARCHITA”.
En este momento la Bella Señora no hizo oír más Su voz,
pero en cambio yo veía que hablaba porque movía graciosamente Sus labios; estaba
dando un secreto a Massimino.
Luego dirigiéndose a mí la Santísima virgen me habló y
me dio un secreto en lengua francesa (yo solo sabía hablar el dialecto de mi
región).
Este es el secreto en su totalidad, como la Santa Virgen me lo dio:
“MELANIA, LO QUE TE DIRÉ
AHORA NO SERÁ SIEMPRE UN SECRETO; PODRÁS HACERLO PÚBLICO EN 1858.
LOS SACERDOTES, MINISTROS DE
MI HIJO, LOS SACERDOTES POR SUS MALVADAS VIDAS, POR SUS IRREVERENCIAS, POR SUS
IMPIEDADES EN CELEBRAR LOS SANTOS MISTERIOS, POR CAUSA DE SU AMOR POR EL
DINERO, EL AMOR A LOS HONORES Y DE LOS PLACERES, LOS SACERDOTES SE HAN VUELTO
CLOACAS DE IMPUREZAS,
SÍ, LOS SACERDOTES ATRAERÁN
LA JUSTICIA Y EL CASTIGO ESTÁ FLOTANDO SOBRE SUS CABEZAS.
¡AY DE LOS SACERDOTES Y DE
LAS PERSONAS CONSAGRADAS A DIOS QUE POR SU INFIDELIDAD, POR SU MALA VIDA,
CRUCIFICAN NUEVAMENTE A MI HIJO!
LOS PECADOS DE LAS PERSONAS
CONSAGRADAS A DIOS GRITAN, HACIA EL CIELO Y PIDEN EL CASTIGO.
Y HE AQUÍ, EL CASTIGO ESTÁ A
LAS PUERTAS PORQUE NO HAY NINGUNO QUE IMPLORA MISERICORDIA Y PERDÓN PARA EL
PUEBLO.
NO SON YA ALMAS GENEROSAS.
NO HAY NADIE QUE SEA DIGNO DE OFRECER LA VÍCTIMA SIN MANCHA AL ETERNO, A FAVOR
DEL MUNDO.
DIOS GOLPEARÁ COMO NO LO HA
HECHO NUNCA.
¡AY DE LOS HABITANTES DE LA
TIERRA! DIOS EXTINGUIRÁ SU CÓLERA Y NADIE PODRÁ SUSTRAERSE A TANTOS MALES
REUNIDOS.
LOS JEFES, LOS CONDUCTORES
DEL PUEBLO DE DIOS HAN DEJADO CAER LA ORACIÓN Y LA PENITENCIA Y EL DEMONIO HA
OSCURECIDO SUS INTELIGENCIAS; SE HAN VUELTO AQUELLAS ESTRELLAS QUE EL DIABLO
ANCESTRAL ARRASTRARÁ CON SU COLA PARA HACERLOS PERECER.
SE PERMITIRÁ A LA ANCESTRAL
SERPIENTE DE PONER DIVISIÓN ENTRE LOS REINANTES, ENTRE TODAS LAS SOCIEDADES Y
TODAS LAS FAMILIAS; SE SUFRIRÁN LAS PENAS FÍSICAS Y MORALES; DIOS ABANDONARÁ A
LOS HOMBRES A SU SUERTE Y ENVIARÁ CASTIGOS QUE SE SUCEDERÁN DURANTE MÁS DE 25
AÑOS.
LA SOCIEDAD ESTÁ EN LA
VIGILIA DE LOS FLAGELOS MÁS TERRIBLES Y DE LOS MÁS GRANDES ADVENIMIENTOS;
DEBÉIS ESPERAR SER GOBERNADOS POR UNA VARA DE HIERRO Y DE BEBER DEL CÁLIZ DE LA
CÓLERA DE DIOS.
Que el Vicario de Mi Hijo, el Soberano Pontífice Pío IX, no
salga de Roma después del 1859, sino que esté quieto y generoso, que combata
con las Armas de la Fe y del Amor: Yo, estaré con él.
Que esté en guardia ante Napoleón; su corazón es doble y
cuando querrá ser al mismo tiempo Papa y Emperador, Dios se retirará
inmediatamente de él; él es el águila que queriendo subir siempre mas, caerá
sobre la espada de la cual quería servirse para obligar a los pueblos a
elevarlo.
Italia será castigada por causa de su ambición, por haber
querido deshacer el yugo del Señor de los Señores; así será abandonada a la
guerra, la sangre correrá por todas partes; las iglesias serán cerradas y
profanadas; los Sacerdotes y los Religiosos serán cazados y matados por muerte
cruel. Muchos abandonarán la Fe y el número de los Sacerdotes y de los
Religiosos que abandonarán la Verdadera Religión será grande y entre esos habrá
incluso Obispos.
Que el Papa se proteja de los Operadores de Milagros, porque
ha llegado el tiempo en el que los Prodigios más impresionantes se producirán
sobre la Tierra y en el Aire.
En 1864, Lucifer con un
gran número de demonios será enviado desde el infierno.
Poco a poco éstos abolirán la Fe.
También en las personas consagradas a Dios, las acecharán de
tal modo que, a no ser por una Gracia Particular, estas personas serán presas
de los espíritu de estos ángeles negativos; muchas casas religiosas perderán
completamente la Fe y harán perder muchas almas.
Los negativos libros abundarán sobre la Tierra y los espíritu
de las tinieblas extenderán por todas partes una laxitud general por todo
aquello que se refiere al Servicio de Dios; tendrán gran poder sobre la
naturaleza; habrá iglesias para servir a los espíritus. Las personas serán
transportadas de un lugar a otro, incluso los sacerdotes, porque ya no estarán
más guiados por el Espíritu del Evangelio que es un Espíritu de Humildad Caridad
y Celo por la Gloria de Dios.
Se hará resucitar a los muertos y a los justos (o sea estos muertos tomarán el semblante de
las almas justas que vivieron sobre la Tierra para seducir mejor a los hombres.
Estos llamados muertos resucitados, que no serán otra cosa que demonios bajo
este aspecto, predicarán otro Evangelio, contrario a aquel del Verdadero Jesús
Cristo, negarán la existencia del Cielo y también aquella parte de las almas
dañadas. Todas estas almas parecerán unidas a su cuerpo).
Sucederán en todo lugar Prodigios Extraordinarios, porque la
Verdadera Fe se habrá apagado y una falsa luz iluminará el Mundo. ¡Ay de los príncipes de la Iglesia que no han
hecho otra cosa que acumular riquezas sobre riquezas y salvaguardar sus
autoridades y dominar el Mundo con orgullo!
El Vicario de Mi Hijo sufrirá mucho, porque por un cierto
tiempo la Iglesia estará a merced de la persecución. Será el Tiempo de las
Tinieblas; la Iglesia tendrá una Crisis Terrible.
Ya que la Fe en Dios será olvidada, cada uno querrá guiarse
por sí mismo y ser superior a sus similares. El poder civil y eclesiástico será
abolido; todo orden y toda justicia serán pisoteadas; no se verá más que
homicidios, odios y celos, mentiras y discordias, sin amor por la patria y por
la familia.
El Santo Padre sufrirá mucho; al final estaré con él para
recibir su sacrificio. Los negativos atentarán muchas veces contra su vida,
pero ni él, ni su sucesor... verán el Triunfo de la Iglesia de Dios.
Los Gobernantes civiles tendrán todos el mismo propósito que
será el de abolir y de hacer desaparecer todo principio religioso, para dejar
paso al materialismo, al ateísmo al espiritismo y a toda suerte de vicios.
En 1865 se verá la
abominación en los lugares santos; en los conventos las flores de la Iglesia se
pudrirán y el demonio será el rey de los corazones. Que aquellos que dirigen
las comunidades religiosas estén en guardia sobre las personas que deberán
admitir, porque el demonio utilizará toda maldad para introducir en las órdenes
religiosas a personas que se abandonan al mal, porque el desorden y el amor
hacia los placeres carnales, serán esparcidos sobre toda la Tierra.
Francia, Italia, España, Inglaterra estarán en guerra; la
sangre correrá por las calles; el francés se batirá contra el francés, el
italiano contra el italiano y luego será la guerra general y terrorífica.
Durante un tiempo Dios no se acordará ya más de Francia y de
Italia, porque el Evangelio de JesúCristo ya no será más conocido.
Los negativos explicarán todas sus astucias para introducirse
en las órdenes religiosas; se asesinará, se masacrará hasta dentro de las
casas.
Al primer golpe de la Espada Fulgurante, las montañas y toda
la naturaleza temblarán de miedo, porque los desórdenes y los crímenes de los
hombres atravesarán la bóveda de los cielos.
París será quemada; Marsella será tragada, muchas grandes
ciudades serán sacudidas por terremotos y engullidas; se creerá que todo está perdido; no se verán
más que homicidios, no se oirá más que el ruido de las armas y de las blasfemias,
los Justos sufrirán mucho; sus Oraciones,
sus Penitencias, sus Lágrimas, subirán hasta el Cielo y todo el Pueblo de Dios
pedirá Perdón y Misericordia y solicitará Mi Ayuda y Mi Intercesión. Entonces
Jesucristo, con un acto de Su Justicia y Su Misericordia por los Justos,
ordenará a Sus ángeles de someter a muerte a todos sus enemigos.
De golpe, todos los perseguidores de la Iglesia de
JesúsCristo y todos aquellos que se habrán dado al pecado, perecerán, y la
Tierra se convertirá como un desierto. Entonces se hará la Paz, la
Reconciliación entre Dios y el hombre.
JesúCristo será servido, adorado y glorificado; la caridad
aflorará por todos lados. Los Nuevos Reyes serán el Brazo Derecho de la Santa
iglesia que será fuerte; Humilde, Pía, Pobre, Celante y Amante de las Virtudes
de JesúsCristo.
El Evangelio será predicado por todas partes y los hombres
realizarán grandes progresos en la Fe porque existirá Unidad entre los
Operadores de JesúsCristo y porque los hombres vivirán con Temor de Dios.
Esta Paz entre los hombres no durará mucho; 25 años de
cosechas abundantes harán olvidad que los pecados de los hombres son la causa
de todas las penas que golpean a la Tierra.
Un precursor del anticristo, con sus tropas de muchas
naciones combatirá contra el Verdadero Cristo, el Único Salvador del Mundo;
hará derramarse mucha muchísima sangre y querrá eliminar el Culto hacia Dios
para que lo vean a él como un Dios.
La Tierra será golpeada por toda suerte de plagas, además de
la peste y el hambre que serán generales habrá guerras hasta que será la última
que será hecha por los 10 Reyes del Anticristo los cuales tendrán todos un
único propósito y serán los únicos en gobernar el Mundo.
Antes de que esto llegue, habrá una especie de falsa paz en
el Mundo y solo se pensará en divertirse; los negativos se abandonarán a toda
clase de pecado. Pero los Hijos de la Santa Iglesia, los Hijos de la Fe, Mis
Verdaderos Imitadores, creerán en el Amor de Dios y en las Virtudes que yo
estimo.
Beatas las almas de los Humildes guiados por el Espíritu
Santo.
Yo combatiré con ellos hasta la Plenitud de la Edad.
La Naturaleza pide castigo para el hombre y tiembla de susto
en la espera de cuanto deberá suceder sobre la Tierra manchada por los delitos.
Tiembla Tierra, y temblad también vosotros que habéis
profesado servir a Cristo, pero que dentro de vosotros os adoráis a vosotros
mismos; temblad porque Dios os pondrá sobre las manos de su enemigo, porque los
lugares santos están corrompidos. Muchos conventos ya no son más las Casas de
Dios, sino que son Pasto de Asmodeo (demonio de la lujuria) y de los
suyos.
Será en ese tiempo que nacerá el Anticristo, de una religiosa
hebrea, una falsa virgen que tendrá comunicación con la ancestral serpiente,
maestra de la impureza. Su padre será un Obispo (en el texto en francés solo está la
abreviatura); nacerá ya con
dientes y escupirá blasfemias. En una palabra, será el demonio encarnado,
lanzará gritos terroríficos, hará prodigios y se nutrirá solo de impurezas.
Tendrá hermanos, que aun no siendo como él son demonios encarnados, serán sin
embargo, hechos por el mal; a los 12 años se harán notar por sus valerosas
victorias y pronto, cada uno estará a la cabeza de las armadas, asistidos por
las legiones del infierno.
Las Estaciones serán cambiadas, la Tierra producirá solamente
frutos malos, los Astros perderán sus movimiento regular, la Luna no reflejará
nada más que una débil luz rojiza, el Agua y el Fuego causarán movimientos
convulsos a la esfera Terrestre y los terremotos terribles tragarán montañas y
ciudades...
Roma perderá la Fe y se volverá la Sede del Anticristo.
Los demonios del aire, con el Anticristo, harán muchos
prodigios sobre la Tierra y en el aire y los hombres se pervertirán cada vez
más.
Dios cuidará a Sus Fieles Servidores y a los Hombres de Buena
Voluntad; el Evangelio será predicado por todas partes; todos los Pueblos y
todas las Naciones conocerán La Verdad.
Envío un Reclamo Urgente a la Tierra: Llamo a los Verdaderos
Discípulos del Dios Viviente que reina en los Cielos; llamo a los Verdaderos
Imitadores de Cristo hecho hombre, el Único Salvador de los hombres; llamo a
Mis Hijos, Mis Verdaderos Devotos, aquellos que se han dado a Mi para que los
conduzca a mi Divino Hijo, aquellos que llevo, por así decir en Mis Brazos,
aquellos que han vivido de Mi Espíritu; finalmente llamo a los Apóstoles de los
Últimos Tiempos; los Discípulos Fieles de JesúsCristo que han vivido en el
desprecio hacia el Mundo y hacia sí mismos, en la pobreza y en la humildad, en
el desprecio y en el silencio, en la oración y en la mortificación, en la
castidad y en la Unión con Dios, en el sufrimiento y desconocidos por el Mundo.
Es Tiempo de que salgan y que vengan a Iluminar la Tierra.
Andad y mostraros como Hijos Míos Predilectos; Yo estoy con
vosotros y en vosotros. Si vuestra Fe es la Luz que os ilumina en estos días de
dolores, que vuestro celo os vuelva como hambrientos, para la Gloria y el Honor
de JesúsCristo.
Combatid, Hijos de la Luz, vosotros, pequeña tropa que podéis
ver, porqué helo aquí, el Tiempo de los Tiempos y el Final de todos los
Finales.
La Iglesia será eclipsada, el Mundo estará en la
consternación.
Pero he aquí que Enoch y Elías llenos del Espíritu de Dios,
predicarán con la Fuerza de Dios y los Hombres de Buena Voluntad creerán en
Dios y muchas Almas serán consoladas; harán grandes progresos por Virtud del
Espíritu Santo y condenarán los errores diabólicos del Anticristo.
¡Dolores a los habitantes de la Tierra!
Habrá guerras sangrientas y hambre, pestes y enfermedades
contagiosas, habrá lluvias y tempestades terroríficas de animales; truenos
sacudirán las ciudades, terremotos engullirán naciones; en el aire se oirán
voces, los hombres golpearán la cabeza contra las murallas, llamarán a la
muerte pero al mismo tiempo, la muerte será su suplicio; la sangre correrá por
todo lugar.
¿Quién podría vencer si Dios no acortase el Tiempo de la
Prueba?
Dios se reverenciará por la sangre, por las lágrimas, por las
Oraciones de los Justos; Enoch y Elías serán sacrificados; Roma pagana desaparecerá;
el Fuego caerá desde el cielo y consumirá tres Ciudades; el Universo enteró
será golpeado por el terror y muchos se dejarán seducir porque no habrán
adorado el Verdadero Cristo viviente en medio de ellos.
Es el tiempo: El sol se oscurecerá, solo la Fe vivirá.
He aquí el tiempo: El abismo se abre.
He aquí el Rey de los Reyes de las Tinieblas.
He aquí la Bestia con sus súbditos que dirá ser “El Salvador”
del Mundo.
Se elevará en el aire con gran orgullo para subir hasta el
cielo. Será sofocado por el soplo de Miguel Arcángel.
Él caerá y la Tierra que desde hace tres días estaba en
continua evolución abrirá su seno lleno de fuego y será sumergido para siempre
junto a los suyos en el Abismo del Infierno Eterno.
Entonces el Agua y el Fuego Purificarán la Tierra y
consumirán todas las obras del orgullo de los hombres, y todo será Renovado.
Dios será servido y glorificado”.
Luego la Santa Virgen me dio, siempre en lengua
francesa, las reglas para el nuevo orden religioso y finalmente continuó así Su
discurso:
“Si no se convierten, las piedra y la rocas se transformarán
en trigo y las patatas serán sembradas por las mismas tierras.
¿Decís siempre bien vuestras oraciones, hijos míos?”
Al mismo tiempo los dos contestamos:
-. “¡Oh! ¡No, Señora, no mucho!”.
“¡Ah! Hijos míos, en necesario decirlas bien, a la noche y a
la mañana, cuando no podáis hacerlas mejor recitar un “Padre Nuestro” y un “Ave
María” y cuando tengáis tiempo para hacer mejor recitar más de ellas.
Solo alguna mujer anciana va a misa, las demás trabajan todos
los domingos en verano y en invierno van a misa cuando no saben qué hacer y para reírse de la religión.
Durante la cuaresma van al carnicero como si fuesen perros.
¿Habéis visto el trigo podrido, Hijos Míos?”.
-. ¡Oh! ¡No,
Señora!
La Santa Virgen hablando a Massimino dijo:
“Pero tú, Hijo Mío, lo debes de haber visto, con tu padre.
El hombre que estaba en la habitación le dijo a tu padre
“venga a ver como el grano se arruina”, vosotros fuisteis y tu padre puso en
sus manos dos o tres espigas de trigo, las estrujó y se volvieron polvo.
Luego, volviendo a casa, cuando estábais a tan solo media
hora de Corps, tu padre te dio un trozo de pan diciendo “toma hijo mío, come
este año porque no se quién podrá comer el año siguiente si el grano se pudre
así”.
Massimino contesta “Es
ciertísimo Señora, no me acordaba”.
La Santa Virgen terminó Su discurso en estos términos y
en francés:
“¡Bueno, Hijos Míos, transmitid todo esto a mi Pueblo!”.
La Bella Señora atravesó el arrollo sin darse la vuelta
en nuestra dirección, también nosotros la seguíamos porque nos atraía Ella con
Su esplendor y más aún con Su bondad que me extasiaba y que parecía fundir mi
corazón, Ella nos dijo todavía:
“Pues bien, Hijos Míos, trasmitid esto e Mi Pueblo”.
Luego prosiguió caminando hasta el punto donde yo había
subido para ver donde estaban las vacas.
Sus pies tocaban solo la cima de la hierba, sin
doblarla.
Llegada sobre la pequeña subida la Bella Señora se
detuvo y yo, rápida, me puse ante Ella, para mirarla bien bien y para saber cual
sería el camino que más le habría gustado tomar; me había olvidado de mis vacas
y de mis patrones a los cuales estaba al servicio; me había unido para siempre
y sin condicionas a mi Señora y no quería nunca más dejarla.
La seguía sin condiciones y dispuesta a servirla
mientras yo viviese.
Con mi Señora creía haber olvidado el paraíso; solo
pensaba en bien servirla en todo. Me parecía que podría haber hecho todo
aquello que Ella quisiera, porque me parecía que tuviese mucho poder.
Me miraba con una tierna bondad que me atraía hacia
Ella; hubiera podido lanzarme en sus bracos con los ojos cerrados pero no me
dio tiempo para ello.
Se ha elevado insensiblemente de la tierra hasta una
altura de poco más de un metro y quedando suspendida en el aire un instante la
Bella Señora miró hacia el cielo, luego hacia la tierra, hacia la derecha y
hacia la izquierda y luego me miró con unos ojos tan dulces, tan amables y
buenos que me parecía que me atrajese dentro de Ella, me parecía que mi corazón
se abriese a Su Corazón.
Mientras mi corazón se licuaba en una dulce dilatación,
la Bella imagen de mi Señora desaparecía poco a poco; me parecía que la Luz en
movimiento se acentuase y se condensase entorno a la Santísima Virgen para
impedirme verla más tiempo; la luz tomaba el lugar de las partes del cuerpo que
desaparecían ante mi vista; parecía que el cuerpo de la Virgen cambiase de luz,
bajo forma de globo que se elevaba lentamente, hacia arriba.
No podría decir si el volumen de la luz disminuía
mientra Ella se elevaba o si el hecho de alejarse hacía que yo viese la luz
disminuir; lo que se es que me quede con la mirada alzada y los ojos fijos
sobre la luz que se alejaba cada vez más disminuyendo de tamaño hasta
desaparecer.
Mis ojos se fijaron en el firmamento; miré a mi
alrededor, vi a Massimino que me miraba y le dije “Pequeño, o era el Dios de mi
padre, o la Santa Virgen o alguna gran Santa” y Massimino levantó las
manos hacia lo alto y dijo “¡Ah! ¡Si yo lo hubiese sabido!”.
Aquella tarde del 19 de Septiembre regresamos antes de
lo normal.
Llegada a casa de mis patrones guardé las vacas y puse
en orden el establo.
Aún no había terminado cuando mi patrona llegó llorando
y diciéndome “¿Por qué niñita mía no has venido a contarme lo que os ha ocurrido
sobre la montaña?”.
(Massimino no había encontrado a sus patrones porque no
había regresado todavía del trabajo, así que vino a los míos y contó todo
aquello que había visto y oído).
Yo le contesté: “Quería decírselo, pero antes debía terminar
mi trabajo”.
Poco después entré en la casa y la patrona me dijo: “Cuenta
lo que habéis visto, el pastor de Brutel (Brutel era el sobrenombre del
Pierre Selme, el patrón de Massimino) me ha contado todo”.
Comencé a contarle y hacia la mitad de lo que le decía
mis patrones llegaron de los campos; mi patrona que lloraba a causa de las
lágrimas y de las amenazas de nuestra Madre Celestial dijo: “Queríais
mañana ir a cosechar, pero mirad bien, venid y escuchad lo que ha sucedido hoy
a esta niña y al pastor de Selme”.
Y dándose la vuelta hacia mi me dijo: “Vuelve
a comenzar y cuenta todo aquello que me has dicho”.
Yo empecé de nuevo y apenas terminé, mi patrón dijo: “Es
la Santa Virgen o una gran Santa que ha venido de parte de Dios”; es como si
Dios mismos hubiese venido; es necesario hacer todo lo que esta Santa ha dicho:
“¿Cómo harás para contar esto a todo Su Pueblo?”.
Yo contesté: “Dígame usted lo que debería hacer y lo
haré”.
Luego mirando a su madre, a su mujer y ha su hermano
dijo: “Es necesario pensarlo” y diciéndolo, cada uno volvió a sus
quehaceres.
Después de cenar, Massimino y sus patrones vinieron a
casa para ver qué es lo que se podía hacer porque, para ellos era la Santa
Virgen, enviada por el Buen Dios. “Las palabras que ha dicho lo hacen creer y
también ha dicho que se transmita el
Mensaje s Su pueblo; quizás estos niños deberán recorrer el mundo entero para
hacer saber que todos deben respetar los Mandamientos de Dios, porque de otro
modo grandes castigos caerán sobre nosotros”.
Después de un momento de silencio, mi patrón,
dirigiéndose a mi y a Massimino dijo: “¿Sabéis lo que tenéis que hacer? Mañana
levantaros temprano, andad juntos al párroco y contarle todo lo que habéis
visto y oído; contarle bien cómo los hechos han ocurrido y él os dirá qué
hacer”.
Al día siguiente, 20 de Septiembre, partí con Massimo a
buena hora.
Llegados a la parroquia llamé a la puerta; la casera
del párroco vino a abrir para saber qué es lo que queríamos.
Le dije (en francés, yo que nunca lo había hablado): “Queríamos
hablar con el señor párroco. Quisiéramos decirle, señorita, que ayer fuimos a
cuidar las vacas de los Baisses y que después de la comida, etc, etc”.
Le contamos una buena parte del discurso de la Virgen.
En este momento la campana de la iglesia sonó; era el último toque para la
misa.
Don Perrin, párroco de La Salette que nos había
escuchado, abrió ruidosamente la puerta y llorando y golpeándose el pecho dijo:
“Hijos
míos, estamos perdidos; Dios nos castigará. ¡Ah!
¡Dios mío, pero es la Santa Virgen la que se os ha
aparecido!”.
Y se marchó para ir a celebrar la Misa.
Massimino, yo y la casera nos miramos, luego Massimino
dijo: “Me marcho a casa de mi padre”, y nos despedimos.
No habiendo recibido órdenes determinadas por mis
patrones para regresar rápidamente después de haber hablado con el párroco,
pensé que no habría hecho nada malo si yo iba a la Misa, y así me acerqué a la
iglesia.
La Misa comenzó y después del primer Evangelio, el
párroco se volvió hacia el pueblo e intentó de contar a los parroquianos los
hechos de la Aparición, ocurrida el día de antes sobre una de las montañas y
les exhortó a no trabajar más en domingo. Su voz estaba rota por los sollozos y
todo el pueblo estaba conmovido.
Después de la Misa volví a casa de mis patrones. El
señor Peytard, alcalde de La Salette vino para interrogarme sobre los hechos de
la Aparición y después de haberse asegurado de que yo decía la verdad, se
marchó convencido sobre todo lo que le conté.
Quedé al servicio de mis patrones hasta la fiesta de
Todos los Santos, luego marché a un colegio que tienen unas monjas de la
Providencia, en mi pueblecito de Corps.
La Santísima Virgen era muy alta y bien proporcionada.
Parecía tan ligera que un soplo la habría movido,
aunque estaba inmóvil y bien quieta.
Su fisonomía era majestuosa, imponente pero no como los
señores de la Tierra.
Imponía un temor respetuoso pero al mismo tiempo, Su
Majestad imponía deferencia mezclada con el Amor y atraía hacia Sí.
Su mirada era dulce y penetrante; Sus ojos parecían
hablar con mis ojos, pero la conversación provenía de un profundo y vivo
sentimiento de Amor hacia esta belleza que arrebataba y que me hacía licuar.
La dulzura de su mirada y su aire de Bondad
indescriptible, hacían sentir y comprender que Ella atraía hacia Sí misma y que
quería donar; era una expresión de Amor, que no se puede expresar con la lengua
de la carne, ni con las letras del alfabeto.
El vestido de la Santísima Virgen era de un blanco
plateado, todo brillante; no había nada material; estaba compuesto de luz y de
gloria, variable y chispeante.
Sobre la Tierra no se puede encontrar una comparación
para dar o un término para expresarlo.
La Santa Virgen era toda belleza y toda formada de
Amor; mirándola yo languidecía y quería fundirme en Ella.
En Su vestido y en Su persona todo respiraba majestad,
esplendor y magnificencia dones de una Reina incomparable. Ella parecía bella,
blanca, inmaculada, cristalina, resplandeciente, celestial, fresca, nueva como
una Virgen; parecía que la palabra Amor escapase de sus labios plateados y
purísimos. Ella era como una Madre Buena, llena de bondad, de amabilidad, de
Amor por nosotros, de Compasión, de Misericordia.
La Corona de Rosas que tenía sobre la cabeza era tan
bella y brillante que no se puede imaginar; las rosas eran de varios colores y
no están sobre la Tierra; era un conjunto de flores puestas con forma de Corona
que rodeaban Su cabeza, pero las rosas cambiaban y se cambiaban; del corazón de
cada rosa salía una luz tan bella que arrebataba y que volvía a las rosas
bellas y resplandecientes.
De la Corona de rosas se elevaban como rayos de oro y
una cantidad de otras pequeñas flores mezcladas con brillantes.
El Conjunto formaba una bella Diadema que por sí misma brillaba más que nuestro Sol
de la Tierra.
La Santa Virgen tenía una bella Cruz colgada del
cuello; esta Cruz parecía de oro, por no decir que era una placa de oro, porque
yo ya había visto diversos objetos de oro de diferentes clases, pero aquello
ante mis ojos daba un mayor efecto que una placa de oro. Sobre aquella Cruz,
toda brillante de Luz estaba Cristo con los brazos abiertos, los mismos sobre
la Cruz.
Casi en las mismas extremidades de los brazos de la
Cruz había, en un lado un martillo y en la otra una tenaza.
El Señor era de color carne, natural, pero brillaba con
gran esplendor y la luz que salía de todo Su cuerpo parecía como hecha de rayos
brillantes que me herían el corazón por el deseo de fundirme en Él.
En ciertos momentos Cristo parecía muerto; tenía la
cabeza inclinada, el cuerpo era como flácido, como si estuviese cayendo si no fuese
sostenido por los clavos.
Por ello tenía una gran compasión y habría querido
decir al mundo entero Su Amor desconocido y habría querido infiltrar en el
corazón de los mortales el más sentido Amor y el Reconocimiento más grande
hacia Dios, el cual no tenía en absoluto necesidad de nosotros para ser lo que
era, que es y que será por siempre,
Y aún así Su Amor no es comprendido por el hombre.
Se hizo hombre, ha querido morir para mejor escribir en
nuestras almas, en nuestra memoria, el Amor indecible que nos trae.
¡Que triste estoy de no encontrar palabras para volver
a decir el Amor, sí el Amor de nuestro Buen Salvador por nosotros!
¡Pero, por otra parte, qué felices somos también de
poder sentir mejor aquellos que no podemos expresar!
Otras veces Cristo parecía vivo y tenía la cabeza
levantada, los ojos abiertos y parecía que quisiera hacer ver que estaba
Crucificado por nosotros, para atraernos hacia Su Amor, que Su Amor es siempre
nuevo que Su Amor, a partir del año 33 es siempre el mismo de hoy y será el
mismo para siempre.
La Santa Virgen ha llorado casi durante todo el tiempo
que me ha hablado.
Las lágrimas descendían una a una, lentamente, hasta
Sus rodillas, luego las gotas desaparecían como gotas de luz.
Ella era resplandeciente y llena de Amor.
Hubiese querido consolarla para que no llorase más,
pero me parecía que Ella tuviese necesidad de mostrar Sus Lágrimas para mejor
mostrar Su Amor olvidado por los hombres.
Hubiera querido lanzarme en Su brazos para decirle
“Madre Mía, no llores. ¡Quiero amarte por todos los hombres de la Tierra!”.
Pero me parecía que Ella me dijera: “¡HAY TANTOS QUE NO ME
CONOCEN!”.
Yo estaba entre la muerte y la vida viendo, por una
parte tanto Amor y tanto deseo de ser amada y por otra parte, tanta frialdad e
indiferencia.
¡Oh, Madre, Madre mía toda bella y amorosa, Amor mío,
corazón de mi corazón!
Las Lágrimas de nuestra Madre, lejanas de disminuir Su
Majestad de reina, parecían, al contrario, embellecerla y volverla más amable,
más bella, más potente, más llena de Amor, más Maternal; hubiese querido beber
Sus lágrimas que hacían sacudirse a mi corazón en compasión y de Amor.
Ver llorar una Madre, una tal Madre, sin tener
posibilidad de algún medio imaginable para consolarla, para cambiar Su dolor en
alegría, es incomprensible.
¡Oh, Madre amantísima! Has sido formada con todas las
prerrogativas de la cuales Dios es capaz; tienes como fondo la Potencia de
Dios; Tú eres Buena, más Buena incluso que la Bondad de Dios mismos; Dios se ha
vuelto aún más grande formándote, como una Jefa de obra Terrestre y Celestial.
La Santa Virgen tenía un delantal amarillo, o mejor
dicho, era más brillante incluso que muchísimos soles juntos. No era de paño
material.
Todo en la Santa Virgen me transportaba con fuerza, mi
hacía como volar y adorar y amar a mi Jesús, en cualquier estado de Su vida
mortal.
La Santa Virgen llevaba dos cadenas, una un poco más
larga que la otra.
A la más corta estaba suspendida la Cruz de la que he
hecho mención antes.
Estas cadenas (porque es necesario llamarlas así) eran
como rayos de gloria de un gran esplendor variable y chispeante.
Los zapatos eran blancos plateados brillantes;
alrededor tenían rosas. Estas rosas eran de una belleza extraordinaria y del
corazón de cada una salía una llama de luz bellísima y agradable a la mirada.
Los zapatos tenían una hebilla de oro, pero no del oro de la Tierra sino del
Paraíso.
La vista de la Santa Virgen era en sí misma un Paraíso
total.
Tenía en Ella todo aquello que podía satisfacer, porque
hacia olvidar a la Tierra.
La Santa Virgen estaba rodeada de dos luces: la
primera, aquella más cercana a la Santa Virgen, llegaba hasta nosotros y
brillaba con un resplandor muy bello y centelleante. La segunda se extendía un
poco más alrededor de la Santa virgen u nosotros nos encontrábamos sumergidos
en esta segunda; estaba inmóvil, o sea, no centelleaba, pero era más brillante
que nuestro pobre sol de la Tierra.
Todas estas luces no hacían daño a los ojos y no cansaban
para nada la mirada.
Además de estas luces, todo este esplendor, otros rayos
de luz salían del mismo cuerpo de la Santa Virgen, de Sus ropas, por todos
lados.
Su Voz era dulce, encantadora, cautivaba, hacía bien al
corazón, saciaba, aplanaba todos los obstáculos, calmaba, endulzaba. Me parecía
que habría querido nutrirme para siempre de Su bella Voz y mi corazón parecía
danzar y caminar hacia Ella para fundirme en Ella.
Los Ojos de la Santa Virgen, nuestra tierna Madre, no
pueden ser descritos por una lengua humana.
Para hablar de ellos necesitaríamos un Serafín o mejor,
el mismísimo Lenguaje de Dios, de aquel Dios que ha formado la Virgen
Inmaculada, Jefa de la Obra de Su Omnipotencia.
Los Ojos de la Venerable María parecían mil y mil veces
más bellos que los brillantes, que los diamantes y que las piedras preciosas
más bellas; brillaban como dos Soles, eran dulces como la dulzura misma, claros
como un espejo, en Sus Ojos de veía el Paraíso; atraían hacia Ella; pareciese
que quisiese donarse y al mismo tiempo atraer hacia Ella.
Más la miraba y más quería mirarla; más la veía y más
la amaba y la amaba con todas mis fuerzas.
Los Ojos de la Bella Inmaculada era con las Puertas de
Dios desde las cuales se podía ver todo aquello que cautiva el alma.
Cuando mis ojos se encontraban con los de la Madre de
Dios y Madre mía, sentía en mí misma como una agradable revolución de Amor para
amarLo y fundirme de Amor.
Mirándonos, nuestros ojos hablaban a su modo y yo la
amaba tanto que habría querido besarla en los ojos que enternecían tanto mi
alma y que parecían atraerla para fundirla con la Suya.
Sus Ojos hicieron temblar de dulzura todo mi ser y
temía realizar el mínimo movimiento que pudiese ser para Ella desagradable,
aunque fuera mínimamente.
La sola visión de los Ojos de la más Pura de las
Vírgenes sería suficiente para ser el cielo de un bienaventurado; bastaría para
hacer entrar a un alma en la Plenitud de la Voluntad del Altísimo entre todos
los advenimientos que se producen en el curso de la vida mortal; sería
suficiente para hacer cantar a esta alma alabanzas sin fin, agradecimientos,
para hacer obras de reparación y de sacrificios de reparación.
Esta visión concentra el alma en Dios y la lleva desde
la muerte a la vida, y le muestra todas las cosas de la Tierra; incluso
aquellas que parecen más serias, como si fuesen un juego de niños; no quisiera
oír nada más que de Dios y de todo aquello que se refiere a Su Gloria.
El pecado es el único mal que Ella ve sobre la Tierra;
por esto moriría de dolor si Dios no la sostuviese.
Amén.
María de la Cruz,
Víctima de Jesús nacida Melania Calvat,
Pastorcita de La Salette.
Castellamare,
21 de Noviembre de 1878.