Antonio Pastor L.555f by Antonio Pastor L. on Grooveshark
English French German Spain Italian Dutch Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified

lunes, 24 de junio de 2019

Crónica india educativa.





Estaban reunidos un día un grupo de aprendices y el jefe de la tribu Seattle. Se hablaba de lo profundo de los cambios del corazón humano cuando está en medio un caballo, lo más preciado por cada componente de una tribu india.
Se discutía sobre lo que esta bien o mal, lo que es apropiado y lo que no lo es, lo que es proporcional y aquello que es exagerado, sobre lo que es incorrecto o incorrecto en los modos de vivir, en los modos de actual, en los modos de pensar.

El jefe indio realmente estaba en plena conversación, cuando uno de los participantes, una niña de apenas 4 primaveras, le pregunto.

-. Jefe nuestro. Después de escuchar lo que he escuchado. Las discusiones que se han creado en la armonía de nuestra convivencia, no puedo dejar de pensar en una cosa que me pesa en la cabeza, por encima de mi cabello.

El Jefe Seattle, detuvo la conversación a todos, y mirándola le dijo:

-. Si es algo que puedes tú responderte a ti misma, reserva tu pregunta para consultarla con los espíritus, pues tú sabes bien que ellos te apoyan, te ayudan y te han dado pruebas de ello; pero si crees que tú pregunta necesita de apoyo, sácala de su corazón que aunque joven es muy maduro para las primaveras que han acariciado tanto tus cabellos.

La niña india por un momento guardó silencio mirando hacia la altura del tucapi que los protegía del frío del invierno. Al poco rato y ante el silencio de todos los presentes que estábamos esperando, dijo:

-. Jefe nuestro. ¿El aguijón de otro acaso puede contagiarse, puede transmitirse a los demás? (“Aguijón” para ellos es aquello que les pinchaba por dentro como una prueba, como una tentación negativa).

El Jefe, se quedó meditando por un momento, y al no saber que responder, desconvocó la reunión, para poder consultar a los espíritus del cielo.
Dijo a todos:
-. Mañana habré tenido respuesta y os la comunicaré.

De este modo todos tomaron sus enseres de aprendizaje y se marcharon cada uno a su tucapi con sus familias.

Al día siguiente llegó la hora del encuentro al medio día solar.
Todos entraron, la niña india la primera. Se notaba el gran interés que tenía por obtener respuesta.

Una vez todos sentados, alrededor del fuego, dentro del tucapi, (casa rústica de madera de árboles), el Jefe indio hizo levantar a la niña y le preguntó:

-. Necesito primero que tú me digas. ¿Piensas que el “aguijón” puede contaminar a otros?

La niña sin dudar respondió.
-. Sí Jefe.

-. Bien, puedes sentarte. Ahora escuchad con atención porque esto que ahora os diré os servirá para vuestra vida presente y futura.

El Gran Espíritu me ha dicho que os diga:

El Aguijón (tentación) de otro puede ser transmitida, puede contagiar, y de su contagio a veces nace la perdición de lo invisible.

El “Aguijón” pone siempre en riesgo y peligro a aquel que lo llama y lo quiere sufrir, y pone en riesgo y peligro a aquellos que más cercanos viven de él.
Porque la ponzoña de la Tentación (aguijón) es una ponzoña invisible que corroe, muerde y va comiendo las entrañas de forma invisible.
Esta ponzoña, este veneno hace sentir el corazón como si latiese apretado por un puño, y hace que el dolor en vuestras cabezas crezca y no se pueda borrar. Esté siempre palpitante a través de los años, porque su poder es precisamente ese.
El Poder del Aguijón es amargar, apesadumbrar, recordaros siempre lo malo que se ha hecho y el compromiso que se ha tenido en relación a ese mal realizado. Por eso el silencio cómplice ante una injusticia, mata al corazón y mata la buena mente, la buena alma, y toda la bondad del corazón desaparece volviéndose como una piedra amarga y pesada.

La Tentación nace no solo del egoísmo de aquel que obtiene un bien terrenal, sino de aquellos que contagiándose de tal egoísmo, quieren tener parte de ese bien terrenal. Con el tiempo se darán cuenta que no duele el corazón por alimentar el egoísmo, sino que duele “aquello” que hace que el corazón palpite y que la cabeza piense.

-. Ahora, -continuó el jefe hablando-, os contaré una historia de mi juventud.
Nuestras dos tribus S y D siempre han estado en convivencia armónica, pero no ha sido uniforme ni vivida con las mismas metodologías.
Un día uno de los nuestros encontró un caballo salvaje. No se dejaba atrapar, pero con la paciencia logró que el caballo se hiciese amigo suyo.
Al regresar a su tribu, lo dijo a todos. “Mirad,  mirad que nuevo amigo me ha dado la madre naturaleza”.
Era un caballo hermoso, robusto, con ojos vivos y melena blanca. Una envidia de animal. Siempre dormía a los pies de la puerta de su tucapi, y a la mañana, siempre daba una vuelta veloz antes de comenzar sus tareas.
Un día se le acercó uno de los jóvenes del poblado, y le preguntó:
-. ¿Puedes compartir conmigo tu gran tesoro pues somos hermanos de sangre?

El joven indio que había trabajado tanto para ganarse el cariño y la confianza de aquel majestuoso ejemplar de caballo le respondió:

-. Claro que sí hermano. ¿Cómo no lo compartiría contigo? ¿Y no solo contigo sino con todos los demás hermanos míos?
Por encima de mí está el honor de nuestra raza y la felicidad de nuestra tribu. Pero algo que no quiero que ocurra nunca es que el caballo diga no, y no se le escuche. Por tanto él decidirá. Nunca debe estar cansado. Todos podrán disfrutar de su alegría y de su potente cabalgar.

En otra tribu, diferente de las nuestras, ocurrió un ejemplo similar.
Cuando llegó ese indio a su poblado, no dijo nada. Se calló y se llevó el caballo como algo suyo, lícito y personal a su tienda.
Una mañana, al despertar el día, se le acercó otro joven de la tribu y le preguntó:

-. ¿Puedes compartir conmigo tu gran tesoro pues somos hermanos de sangre?

-. No. – Fue la inmediata respuesta que recibió el joven indio-. Es mío pues la madre naturaleza a mi me lo concedió.

-. Pero ¿acaso no tengo yo también derecho a ello según la Ley de nuestros Antepasados, aunque tú seas su cuidador? Por encima de todos nosotros está la Ley de nuestros Antepasados.

El Jefe Seattle entonces detuvo su voz. Y mirando a todos les dijo:

-. Ahora sois vosotros los que debéis determinar dónde el “aguijón” está y ha comenzado a herir a su portador y a sus cercanos.

(Recuerdo de una lección de vida del Ancestral Reunificador, cuando fue Jefe de una tribu india del norte de América).





 Realidad Actual 555 index.

trucos blogger